Es indudable que un hogar con suelos blancos tiene un plus añadido de amplitud y luminosidad. No hay nada como el color blanco para conseguir que un espacio parezca más grande de lo que es o que la luz que entra por las ventanas se refleje y parezca mucho más luminosa. Sin embargo, a todos nos gusta que nuestro hogar sea acogedor. Un lugar que nos aporte calor y sensación de confort. Y quizás pienses que ello no lo puedes lograr con un suelo blanco. Vamos a desmitificar esta creencia. Porque puedes conseguir decoraciones extraordinarias, precisamente por tener ese suelo.
Partir de una base blanca es genial para diseñar un espacio de cero. No hay ningún color que determine la decoración. El blanco es, sin duda, el color neutro por excelencia. Además, no hay color que se le resista, por muy estridente o llamativo que sea. Cualquier color queda bien con él. Así que todo eso que ya tienes ganado.
A partir de esa base blanca, solo es cuestión de ir añadiendo texturas y colores más cálidos para conseguir el espacio confortable y cálido que quieres.
Si tu hogar no es muy luminoso, el tener el suelo blanco puede ser una gran baza, ya que aportará mucho más luminosidad a esos espacios más oscuros. Esos pasillos, distribuidores o recibidores que no cuentan con ventanas y que necesitan tonos claros para brillar.
Al ser un color tan neutro y claro, tener el suelo en blanco aporta a cualquier espacio mucha calma y tranquilidad. Es un color relajante que ocupa gran parte de la estancia, por lo que, por muchos colores que el incluyas, siempre será tranquilo y sosegado.
Ya sea de cerámica o de madera, un suelo blanco es también la base perfecta sobre la que decorar con un estilo Mediterráneo. A este estilo le encantan los tonos claros y las texturas naturales. Crear esa sensación tan playera aunque estés en plena ciudad. Solo has de añadir algunos muebles de madera, algunos toques de azul y elementos decorativos artesanales y lo que odiabas de tu suelo blanco se convertirá en el elemento principal de una decoración de revista.
¿Por qué, no? Tener un suelo blanco es el mejor punto de partida para conseguir una decoración Total White que enamore. El truco para conseguir que, a pesar de que todo sea blanco, el espacio parezca acogedor, es jugar con diferentes texturas, ya sea en las paredes o en los textiles, por ejemplo. Combinar diferentes blancos o añadir sutiles toques de color que no rompan con esa estética Total White que se pretende.
Conseguir un espacio cálido a pesar de tener el suelo blanco es posible siempre que se añada a la decoración muebles o elementos de materiales naturales. Ya sea madera, piedra o fibras naturales, por ejemplo. Unos bonitos muebles de madera o unas bonitas cestas de mimbre añadirán calidez a un espacio que puede resultar un tanto frío. Algo que también puedes conseguir con los textiles. Apuesta por esos textiles acogedores que te hacen pensar en tardes de cine frente al televisor. Unas bonitas mantas o plaid en el sofá, muchos cojines sobre la cama o unas bonitas cortinas en el salón. ¿Y qué me dices de una alfombra? A la calidez no le gana ningún complemento.
Si quieres minimizar el impacto del color blanco del suelo, una buena opción es optar por pintar las paredes de un color más oscuro o llamativo. La ventaja del blanco es que cualquier color que escojas será perfecto, porque casa con todo.
Otra forma de conseguir calidez a pesar de tener un espacio predominantemente blanco es jugar con la iluminación. Huyendo, eso sí, de la luz fría que resulta demasiado impersonal.
Una opción muy efectiva para lograr una luz cálida, que además resulte muy agradable y tamizada, es con lámparas de pantalla. Su textura y la luz que desprenden ayuda a crear ambientes muy acogedores.