Tenemos de nuestro lado las evidencias científicas que demuestran que una casa sana es aquella que favorece las emociones positivas. Múltiples estudios apuntan a la distribución equilibrada de los espacios, la intensidad de la luz natural o el uso de determinados colores como algunos de los factores que más influyen en cómo nos sentimos en una estancia concreta. Pero, ¿cómo lo aplicamos a la habitación de los niños? Te damos la respuesta justo aquí debajo.
El sueño infantil es evolutivo y, a partir de los pocos meses, se ordenan los ciclos de sueño-vigilia. Es lo que se denomina ritmo circadiano y engloba diversos procesos fisiológicos que se realizan en ciclos de 24 h, entre ellos, la segregación de melatonina, - la hormona que nos invita a dormir - y que se ven directamente afectados por dos variables: la luz y la oscuridad.
Siendo así, ya debes imaginar la importancia que cobra la regulación de la luz en el diseño interior. Para ayudar a los peques a dormir mejor y a despertarse con energía, fíjate bien en cómo es la luz que ilumina su habitación, tanto la natural como la artificial. Ambas deben poder regularse - tamizándola si es excesiva o potenciándola si es insuficiente - para que resulte cómoda. Asegúrate que la luz sea tenue durante la noche ayudándote de puntos de luz de baja intensidad o quita-miedos y más intensa durante las horas de sol.
De entre todos los aspectos que engloba el diseño de interiores, hay uno que tiene una especial incidencia en la sensación de seguridad o inseguridad que nos genera un espacio: la proporción. La psicología del espacio aplicada a los espacios infantiles apunta a que los niños se sienten más seguros en espacios de dimensiones reducidas y proporcionados a sus condiciones físicas.
Introduce en su cuarto algún rincón que pueda convertirse en un verdadero refugio. Puedes crearlo con una cama tipo cabaña, colocando un dosel a la que ya tienes o, si hay espacio suficiente, poniendo un tipi en su rincón de jugar: cualquiera de estas opciones son ideales porque ofrecen un espacio envolvente y de recogimiento.
Es importante dividir su dormitorio en zonas y establecer un lugar fijo para cada una de las actividades que realizan (cambiarse y guardar la ropa, ordenar los juguetes, leer, hacer los deberes…) para que les resulte fácil interiorizar la función que tiene ese espacio concreto de su cuarto.
Amuebla y equipa cada zona de manera que sean ellos mismos los que puedan responsabilizarse de sus cosas en la medida de lo posible. Por ejemplo, reserva para la ropa de diario un rincón del armario a su altura para que pueda acceder sin tu ayuda, compra un auxiliar en el que él mismo pueda organizar sus juguetes o hazte con una cama con la altura adecuada para que pueda entrar y salir de ella solito.
Verdes, azules, rosas y amarillos: estos son los colores que, según los expertos, favorecen la concentración. Utilízalos en la zona de estudio combinados con bases neutras (blanco, beis, gris…) para crear un ambiente sereno y agradable que facilite su concentración cuando llegue la hora de hacer los deberes.
¿Le encanta pintar? ¿Construir castillos de madera? ¿Peinar muñecas? ¿Hacer puzzles? Busca un rincón de su cuarto (¡o del resto de la casa!) en el que colocar algunas de las cosas creadas por él. Es una forma de darles valor, de incentivarlo a seguir con ello y de aumentar su autoestima.
Una tapiz de pared en forma de arcoíris, una cabeza de peluche de uno de sus animales preferidos o un papel pintado de naves espaciales: piensa en qué temas le interesan e introduce varios accesorios decorativos vinculados a ellos para hacer de su habitación un lugar mágico en el que desarrollar su imaginación y su creatividad.