Por contra, en un entorno clásico y con una personalidad muy marcada, el mobiliario y los objetos de decoración más actuales aportan frescura y aligeran visualmente el espacio. ¡Atrévete con la fusión de estilos! Recuerda que en el mundo de la decoración -especialmente cuando hablamos de estilismo- no existen las fórmulas universales: la única premisa inamovible es que tu casa hable de ti.
Antes de que te entren ganas de deshacerte de todo lo que tienes y empezar de cero, mira a tu alrededor y párate un momentito a pensar. El objetivo es que reflexiones ahora para que el resultado final de esta mezcla tenga sentido.
- Identifica aquello que caracteriza tu casa. Fíjate en la estructura (altura de techos, estado de los suelos, tipo de ventanas y puertas, etc.) y haz un inventario de las cosas que tienes (mobiliario, equipamiento, objetos deco…) preguntándote de qué estilo son.
- ¿Qué se queda y qué se va? Si algunas cosas ya no van contigo, no te deshagas de ellas todavía: piensa primero en si es posible darles un nuevo uso o repararlas. Si, definitivamente, no vas a usarlas, puedes venderlas o regalarlas para que alguien les de una nueva vida. Lo importante es que todo lo que se quede en casa tenga valor para ti.
- Determina cuál de los dos estilos será el principal y mantenlo en toda la vivienda. No puede haber un estilo diferente en cada estancia. Todo lo que hagas para redecorar tu casa, debes aplicarlo a nivel global para que el resultado final sea coherente y equilibrado.
Hazlo con aquellos elementos que tienen un mayor peso visual en cada estancia: el color de las paredes y el resto de revestimientos -como cerámicas en cocina y baños o pavimentos de madera en el caso de que estés pensando en reformar- son uno de esos elementos base.
Ayúdate, también, de las piezas básicas de mobiliario para cada estancia: el sofá en el salón, la cama en el dormitorio, los armarios del vestidor o la librería en el despacho. Estas piezas voluminosas son las que siempre debes introducir en primer lugar al decorar una estancia y las que, por su tamaño e importancia, marcarán el estilo principal de tu casa.
No pierdas nunca de vista la regla del 80-20: esto significa que en un 80% los muebles, equipamiento, auxiliares y objetos de decoración que conformen tu vivienda deben pertenecer al estilo principal que hayas escogido. El 20% restante, se corresponde con aquellos elementos del estilo secundario que, como veremos, de alguna manera van a convertirse en los protagonistas de la historia.
Es importante que, al menos en un primer momento, solo juegues con 2 estilos a la vez. Evita comprar muebles, auxiliares u objetos decorativos de otros estilos que, aunque sean visualmente muy atractivos, pueden generar un contraste que no acabe de gustarte. Más adelante, cuando la casa esté lista, podrás incluir algún detalle distinto si aún te apetece.
Busca el elemento que quieres destacar del estilo secundario (pertenece a aquel 20%, ¿recuerdas?) y ponlo en su lugar. La única norma para que adquiera todo el protagonismo es que le des el espacio que necesita para respirar. De esta forma evitarás que quede ensombrecido por el resto de objetos y que no logres el efecto wow! que buscamos.
Recuerda que no tiene que ser necesariamente un mueble: quizás vivas en un piso de estilo modernista que conserva un rosetón en el techo del que colgar una lámpara súper llamativa, o tienes un ventanal altísimo que te permite colgar unas cortinas muy vistosas. Siguiendo con los textiles, ¿por qué no una alfombra kilim en un salón con mobiliario moderno?
También puedes recurrir a las paredes colocando un cuadro vanguardista en un salón contemporáneo o, todo lo contrario, construyendo un arrimadero clásico en una vivienda muy actual. En este punto todo vale. Has creado un lienzo neutro en el que plasmar ahora toda tu creatividad: ¡aprovéchalo!
Casi todo lo que tienes en casa puede repararse, reutilizarse y reincorporarse a la nueva decoración. Las piezas de las que ya dispones o que has heredado siempre tienen mucho valor porque llevan implícita una historia que puedes contar introduciéndola en alguna estancia.
No tienes porqué dejarla en el lugar en qué estaba: puedes transformar una cómoda antigua en un mueble para el baño, reubicar el banco que ya no usas del vestidor al office de la cocina o llevar la consola del recibidor a la trasera del salón para crear un mini-despacho de uso puntual.
Así, además estarás desarrollando una conciencia sostenible: reparar, reciclar y reutilizar un mueble o cualquier otro objeto es tu pequeña aportación a un consumo más responsable en un sector en el que existe una producción excesiva de mobiliario y objetos decorativos pensados (casi) para usar y tirar. Hacerlo te hará sentir bien y ese, más que cualquier otro, es el objetivo de la decoración.