La premisa a tener en cuenta es: la barra, cuanto más alta, mejor. Al hacerlo así, estiras visualmente la altura de los techos, haciendo que parezcan más altos y, en consecuencia, aumentando la sensación de amplitud en la estancia. Si los techos son muy bajos, puedes valorar la opción de colgar la barra del techo.
Lo mínimo es colgarla 10 cm por encima del marco de la ventana o del cajón de la persiana -en caso de tenerlo visto en el interior de la vivienda- y cubriéndolo por completo. En cuanto a las medidas laterales, asegúrate de que la barra sobresalga unos 15 cm de la ventana: de esta forma, no solo conseguirás que parezca más ancha sino que, además, tendrás una visión más completa del exterior cuando abras las cortinas por completo hacia los lados.
Tanto la altura de la barra como la caída de la cortina dependen del efecto que quieras conseguir. Si buscas un toque más cálido o romántico, lo ideal es que las dejes arrastrar en el suelo unos 8-10 cm. Si buscas una estética más moderna, deja que caigan sin tocar suelo: en este caso, haz que estén como máximo 1 o 2 cm por encima para que, con la caída, de la sensación de que están a ras de suelo.
En primer lugar, fíjate en el tipo de árbol que compraste: si no tiene raíces, la única opción que tenemos es reciclarlo para compostar. Llévalo a un punto limpio o busca dónde y en qué fechas se organizan los puntos de recogida de abetos en tu ciudad.
En cambio, si el árbol tiene raíces, puedes reaprovecharlo y replantarlo en un tiesto grande con mucha tierra o en el jardín, aunque tienes que tener en cuenta que esta especie necesita de un entorno fresco y húmedo para sobrevivir. Así es que, sácalo al exterior, colócalo en una zona en la que la insolación sea moderada y riégalo 2 o 3 veces por semana. Préstale mucha atención durante los meses cálidos: recuerda que sufrirá mucho con las temperaturas altas y que necesitará algunos cuidados extra.
Solo tienes que seguir estos 3 sencillos pasos:
Crea una iluminación general uniforme. Empieza por introducir una iluminación general en los techos que alumbre uniformemente toda la estancia sin dejar zonas en penumbra. Para conseguirlo, evita colocar una única fuente de luz central: opta por instalar una tira LED empotrada en el techo que distribuya la luz de manera homogénea por toda la estancia.
Zonifica la cocina. Haz el ejercicio de dividir la cocina en zonas independientes en función de las diferentes actividades que realizas en ella. Por ejemplo, la zona de preparación de alimentos (encimera y placa de cocción), la zona de almacenaje y despensa, la zona de lavado y limpieza (fregadero, cubos de reciclaje, etc) o la de desayunos.
Ilumina cada zona de manera independiente. El objetivo es que puedas trabajar de forma cómoda y segura. Para ello, introduce un foco de luz dirigida sobre cada una de las zonas que has definido previamente de forma que se concentre el haz de luz sobre esas superficies concretas. Puedes, por ejemplo, instalar luminarias bajo los módulos altos de la cocina, colocar una lámpara suspendida sobre la barra de desayunos o incluso instalar luces en el interior de armarios y cajones que se enciendan automáticamente al abrirlos.
En función de las materias primas con las que se fabrican, las alfombras pueden dividirse en dos grandes grupos: las alfombras naturales -confeccionadas con lana, algodón, sisal, yute, coco y otras fibras de origen vegetal- y las sintéticas, fabricadas con poliéster, propileno o poliamida. Las alfombras sintéticas suelen ser más económicas que aquellas fabricadas a partir de tejidos de origen natural, especialmente si provienen del mundo animal como la lana o la seda.
Te recomendamos que apuestes por una alfombra confeccionada con fibras naturales: son muy muy bonitas, resistentes, fáciles de mantener y tienen un precio asequible. Son estéticamente neutras y esto tiene una gran ventaja: quedan bien con todos los estilos decorativos. Siendo así, si un día te decides a renovar el look del salón, te resultará muy fácil reutilizarla e incorporarla a la nueva decoración. Además, las alfombras de fibras como el yute o el sisal aportan calidez y te ayudan a crear una atmósfera cómoda y relajada que invita al descanso.
Para orientarte, fíjate en las hojas: por lo general, las plantas de sombra se caracterizan por tener grandes hojas que les permiten captar la mayor cantidad de luz posible. Sin embargo, es un mito que estas plantas carezcan de floración. Existen muchas especies capaces de vivir en condiciones de escasez de luz que son llamativas por el color de sus flores como, por ejemplo, la Violeta Africana. Otras, tienen las hojas de colores: es el caso del Anthurium -que tiene unas curiosas hojas rojas en forma de corazón- o la Begonia.
La mayoría de las especies aptas para interiores con poca luz, son plantas que no demandan muchos cuidados. Necesitan poco riego pero sí humedad: alejalas de la calefacción y, a ser posible, también de las corrientes de aire.
De entre las especies más conocidas y vistosas están la Monstera, el Ficus, el Poto, la Sansevieria, la Drácera y los helechos.
