Así es que, haz un repaso de tu día a día y pregúntate qué usos le das a esta estancia: ¿la usas solo para dormir o también te gusta leer un ratito en la cama? ¿Te cambias de ropa en el dormitorio o tienes una habitación-vestidor? ¿Guardas muchas cosas en él o tienes otros espacios en casa dedicados al almacenaje?
Lo importante es que, aún siendo pequeño, no se vea abarrotado de cosas. Ponte como objetivo que el espacio quede despejado: recuerda que las estancias visualmente limpias invitan a la calma y eso no puede ser más importante en ningún otro lugar que en el dormitorio.
Cuando colocamos un cabecero de cama y sumamos dos mesitas de noche “a juego” en un espacio pequeño, el conjunto tiene demasiado peso visual. Es mejor que hagas destacar una de esas piezas y que la conviertas en el (único) punto focal de la estancia.
Por ejemplo, puedes colocar un cabecero de bambú -son frescos, ligeros y muy muy bonitos- e introduce unas mesitas de líneas sencillas en color blanco. También puedes hacerlo al revés si, por ejemplo, tienes en casa un cabecero de obra: busca unas mesitas con un diseño especial y conviértelas en las protagonistas del dormitorio.
Las lámparas de sobremesa ocupan un espacio que, muy probablemente, vas a necesitar para otras cosas. En la mesita ya estará el despertador, el libro que estás leyendo, una botellita con agua u otros objetos que necesitas tener a mano. Es mejor que despejes el sobre para que sirva como espacio de apoyo y que sustituyas las lamparitas de noche por unos apliques. Además de ser una solución más actual, te ayudará a que el espacio se vea más desahogado.
El armario es el mueble más voluminoso de la estancia y, por tanto, el que tiene mayor peso visual. Puedes sustituirlo por un sistema de almacenaje abierto y crear un mini-vestidor dentro del dormitorio. Busca una solución modular que te permita combinar cajones, baldas y rieles para colgar la ropa en función de lo que tienes. Compleméntalo con los accesorios que necesites para organizar tus cosas y comprométete a mantenerlo siempre en orden.
Se trata de una solución completísima con la que, además de tener a mano tus cosas para vestirte con tranquilidad a primera hora de la mañana, conseguirás que la zona de almacenaje se vea más ligera y te dará la sensación de que ocupa menos espacio.
Esta premisa es válida tanto para las cortinas o estores como para la ropa de cama. Viste siempre el dormitorio con telas vaporosas y, a ser posible, con tejidos orgánicos: el lino, el algodón y la lana funcionan a la perfección en espacios pequeños.
Cuelga unas cortinas confeccionadas con tejidos sencillos, ligeros y vaporosos y, preferiblemente, en colores neutros o tonos muy claritos que reflejen la luz. Hazte con una funda nórdica y unas sábanas en los mismos tonos y súmale varios cojines que jueguen con diferentes texturas. Cierra el conjunto con una pequeña alfombra de un color un poquito más intenso que el resto: con este truco, darás un pelín de volúmen a la zona de descanso haciendo que parezca aún más cómoda sin que el ambiente se vea recargado.
Utiliza el mismo color color en paredes, techos y, si es posible, también en puertas. Si vas a pintar, hazlo utilizando un color mate y, si es blanco, mejor que mejor: al hacerlo, diluyes los límites del espacio y creas un efecto de continuidad que genera sensación de amplitud.
Aplica la misma norma al estilo de la estancia: escoge el tuyo y cíñete a él cuando compres el mobiliario, los textiles y los accesorios deco. De esta forma, consigues un espacio más armónico. Si te apetece la mezcla, introduce una pieza especial (¡pero solo una!) -el cabecero, un espejo o una lámpara de techo- y neutraliza el resto de elementos de su entorno para hacer que destaque.